No hay manera de superar nuestras dificultades económicas sin antes comenzar por estabilizar el valor de nuestra moneda
Con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y su legitimado predominio sobre la conducción del Estado venezolano, se inicia un nuevo ciclo político, donde la crisis económica regresa al primer plano de las preocupaciones principales de los venezolanos.
Después de 4 meses de violencia insurreccional, la oposición no logró la esperada explosión social ni tampoco la indispensable fractura dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para alcanzar el objetivo final de derrocar al Presidente Constitucional Nicolás Maduro.
Al plan insurreccional de la derecha venezolana le faltó esperanza y le sobró violencia, le faltó pueblo y le sobraron odio y desprecio, le faltaron respuestas y le sobró guarimba, le faltó respaldo y le sobró antagonismo.
Ahora el foco colectivo vuelve a estar en los problemas del desabastecimiento y alto costo de la vida, en medio de un desgaste de la contradicción revolución y oposición.
La oposición está ahora más lejos de convertirse en una alternativa, con sus líderes desacreditados y cuestionados por sus más radicales seguidores.
Ahora toda la expectativa está colocada en el desempeño en materia económica de la Asamblea Nacional Constituyente y en la gestión del Presidente Maduro.
Los venezolanos quieren respuestas y soluciones, rápidas y efectivas, para superar la crisis económica. Es urgente tomar medidas para enfrentar la falta de alimentos y medicinas, así como la terrible inflación que golpea el bolsillo de los ciudadanos.
Nuestras dificultades económicas tienen que ver con la caída de los precios del petróleo y el colapso del modelo económico rentista, pero también con la guerra económica desatada contra Venezuela bajo la estrategia de cerco y asfixia, que se expresa en el bloqueo financiero y comercial, así como en la campaña mediática global de descrédito que acusa al gobierno bolivariano como “estado fallido” y violador de los derechos humanos.
Sin embargo, solo 36% de los venezolanos creen en la Guerra Económica. Ha faltado comunicación acertada y pedagógica, que proporcione argumentos y evidencias sobre la naturaleza de esta arremetida que busca hacer crujir a la economía venezolana.
Nunca ha habido tanto consenso en Venezuela sobre el diagnóstico de nuestra crisis económica y nuestros problemas más graves.
El reto está ahora en cómo nos ponemos de acuerdo para construir las soluciones, sobre las que ya se ha avanzado con la Agenda Económica Bolivariana, los 15 Motores y el Plan de Acción propuesto por Unasur para estabilizar nuestra economía, entre otras respuestas.
Sin embargo, el punto inicial y principal del menú de soluciones tiene que ver definitivamente con la revisión del régimen cambiario. No hay manera de superar nuestras dificultades económicas sin antes comenzar por estabilizar el valor de nuestra moneda.
Obviamente la unificación de un tipo de cambio flotante no resuelve todos nuestros problemas pero le abre las puertas al crecimiento económico, las necesarias inversiones, la sustitución de los controles por reglas claras, la eliminación de los subsidios en dólares sobre los productos y la aplicación de transferencias directas en bolívares hacia el consumidor, el crédito internacional y la sinceración del precio de la gasolina, entre otras medidas y soluciones.
No se trata de medidas neoliberales. Se trata más bien de poner las leyes del mercado al servicio de la estabilidad de nuestra economía, el crecimiento y la elevación del bienestar social.
Para que nunca más haya desabastecimiento ni inflación.