De lo épico a lo sublime: Nuevos códigos de la protesta en Venezuela

La oposición ha recurrido a rosarios, pañoletas, el tricolor, instrumentos musicales, pancartas y hasta bombas de excremento para hacer frente a las fuerzas del orden. ¿Qué representa cada indumentaria?

Una ola de protestas desde hace 10 semanas se desarrolla en las calles de varios estados del país contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro y han dejado ya más de 65 fallecidos.

Las manifestaciones han intentado de manera infructuosa llegar a instituciones como la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, la Asamblea Nacional y el Ministerio del Poder Popular para Interior y Justicia; sin embargo, en todas las ocasiones las marchas han sido reprimidas con gases lacrimógenos, perdigones, gas pimienta, entre otros.

Los recursos de los manifestantes para hacer frente a las fuerzas del orden se han vuelto variopintos. Dentro de la indumentaria se comienzan a observar nuevos símbolos como el uso de escudos de cartón al estilo medieval, fibra o metal; instrumentos musicales, máscaras antigases, cascos. Además, los protestantes han respondido con armas como bombas de excremento popularmente conocidas como “puputov”.

Francisco Giuliani, psicólogo social; y Oscar Schémel, presidente de Hinterlaces, analizan la resignificación que símbolos y códigos han dado a la llamada “resistencia” de calle.

Armada con una bandera en la espalda María José Castro, madre de dos hijas, bloqueó el avance de una tanqueta durante la marcha el 19 de abril en la ciudad de Caracas y se convirtió en la portada de miles de diarios nacionales e internacionales.

Para Giuliani, la nutrida presencia de féminas durante las manifestaciones se ha convertido en un símbolo inequívoco de cómo “un ser débil desafía el poder omnipotente y agresivo”. Schémel coincide y sostiene que la desproporcionalidad de la fuerza “convierte a la protesta en una épica extraordinaria que desafía el poder y lo vence”.

Todas estas acciones estarían dirigidas a impactar en los sentimientos, las emociones y los pensamientos de los espectadores y de la gente tanto que participa de manera activa en las manifestaciones.

“Este tipo de demostraciones colocan al ciudadano indefenso en una posición donde son capaces de encumbrarse y enfrentar el poder, mediante un protesta aparentemente desarmada y no violenta. Esto genera manera inmediata solidaridad y posiciona al Gobierno como una dictadura”, señala Schémel

Armados con escudos de madera, metal o plástico con consignas grabadas contra el presidente Nicolás Maduro, docenas de jóvenes con el rostro cubierto se posicionan al frente de las manifestaciones para defender a los asistentes de la arremetida de las fuerzas policiales.

Los llamados “escuderos”, ataviados con el tricolor de Venezuela, encarnan una tipología de guerreros que no se había observado en las últimas décadas en este tipo de situaciones. Giuliani, especialista en psicología, señala que dentro de esta tipología épica se plantea una estética de personajes armados para la guerra y que “el ocultar la identidad se realiza como un elemento intimidatorio donde el antifaz, los cascos y las máscaras buscan generar temor en el otro”, precisó.

“El uso de los escudos es de un imaginario casi arquetipal. En principio uno pudiera pensar que está asociado a la defensa; sin embargo, el cerebro lo procesa todo, se defiende aquel que está en combate. Ellos se están defendiendo pero atacan. Nadie se defendería sin generar nada. Es un elemento muy poderoso, implica la imagen del guerrero, por eso la policía usa escudos”

Para Schémel el uso de esta indumentaria debería estar limitado a la fuerza policial y militar que intenta controlar el orden público mediante la fuerza progresiva y proporcional y, por ende, necesitan protegerse. Concuerda que se persigue entablar una contienda con una autoridad más poderosa, sin mostrar el arma, pero sugiriendo que también se está listo para el ataque porque “la sociedad ha perdido el miedo“.

“El escudo desafía al escudo del adversario porque pugnan y chocan. Se trata de convertir estos muchachos en héroes, en paladines y desde el punto de vista simbólico de legitimar la protesta violenta y construir una épica que es necesaria para reposicionar la protesta con un sentido libertario. Este arquetipo no se encontraba antes porque se ha logrado posicionar la idea de que estamos en una dictadura”

Hans Wuerich, un comunicador de 27 años trepó desnudo con una Biblia sobre un vehículo blindado antimotines el 20 de abril en Caracas. Al ser increpado a bajar por las fuerzas seguridad y negarse, fue víctima de una arremetida de perdigones en su espalda. Su fotografía se apoderó de las redes sociales convirtiéndose en tendencia mundial.

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Para Giuliani, este tipo de actos cumple con un objetivo distinto al intimidatorio de los escuderos. Busca igualmente impactar pero mostrando una  profunda fragilidad y el sentido de entrega absoluta ante la autoridad. Asegura que se persigue dar una conocer una fragilidad que no huye sino que va al encuentro de la fuerza “descomunal” del otro lado.

A su juicio, se busca contraponer “el poder de la dictadura” vs “el poder de lo sublime”, sobre todo “cuando se ve la imagen del desnudo fuera del contexto para generar esa sensación de que acá hay una fuerza profundamente desigual”, señala Giuliani.

“No es ingenuo que esa sea la foto (desnudo) que más se replica en el exterior y que la foto del guerrero lanzado la bomba molotov no sea difundida de la misma manera. Deja ver a un cuerpo profundamente represor y que el pueblo lo está enfrentando literalmente con su cuerpo y nada más”

Envases rellenos de excrementos como respuesta a los gases lacrimógenos que arrojaban los efectivos de seguridad fue uno de los llamativos recursos usados por algunos manifestantes durante las marchas en el mes de mayo.

Para Schémel. el uso de este tipo de elementos conocidos como “Puputov” denota excesos y pretende imponer un clima de anomia en el país.

“Se busca una suerte de imagen donde no hay ética, donde no hay leyes, donde no hay moral , donde todo se permite”

Giulani explica que en términos psicológicos la excreta es casi universalmente aquello que botamos del cuerpo, que nos produce repugnancia y que aprendemos a tenerle asco. Considera que “ninguna psique normal puede asociar eso con nada positivo”. Se decanta por asociar esta acción a mostrarle al otro dónde se le está ubicando y así contribuyendo con una degradación hacia el otro.

“Es una cosa muy retorcida y repugnante, lo terrible es que causó cierto entusiasmo. Se está invitando a un elemento muy peligroso, esto está en el marco de una confrontación política pero estas acciones están en el polo más lejano del uso de la razón y se está enseñando a cómo conectarnos con lo peor del ser humano. La simbología terrible, no conocía ningún antecedente similar”

El rostro de Willy Arteaga llorando luego de que un funcionario de la Guardia Nacional destrozara su violín dio la vuelta al mundo y provocó que cantantes, como Shakira se solidarizaran y enviaran instrumentos de regalo. Incluso el músico venezolano Oscarcito prometió enviar un instrumento autografiado por Ricardo Montaner, Franco de Vita, Marc Anthony, Alejandro Sanz, entre otros.

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Arteaga se ha convertido en un icono de la lucha cuando en medio de la confrontación interpreta temas como el Alma Llanera. Él también participó en el funeral del joven Armando Cañizales, fallecido en una manifestación y que como Arteaga formó parte del sistema de orquestas juveniles.

Para Schémel, estas acciones intenta “disputarle al Chavismo símbolos importantes como lo es el Sistema de Orquestas” para apropiarse y conquistar los símbolos del adversario.

Para Giuliani, el uso de los instrumentos musicales tiene un sentido similar al tema de la desnudez y procura enviar un mensaje sublime. Considera que un instrumento musical contra un piquete es una imagen certera que genera solidaridad con el ejecutor del instrumento.

“La música nos muestra una de las expresiones más sublimes con uno de los aspectos más bárbaros que es el uso de la fuerza armada en  un conflicto como éste. Vende o genera (la música) la imagen de ‘barbarie contra civilización‘. Un pueblo educado civilizado con ideales muy nobles sometido contra la fuerza bárbara de la dictadura”

Símbología contra la protesta

La simbología tradicional del chavismo no ha cambiado durante años. Se mantienen arraigados a sus símbolos, consignas, su color rojo, sus canciones, así como la imagen omnipresente del presidente Hugo Chávez.

Al ser consultado sobre esta inalternancia, Giuliani arguye que dentro de las filas del chavismo quizás no se ha sentido la necesidad de una renovación profunda de sus símbolos. En contraposición, Schémel sostiene que el agravamiento económico ha significado una crisis hegemónica y que la tolda roja necesita enfrentarla con nuevos símbolos, reposicionar los anteriores y salir de lo que cataloga como un entrampamiento de la gestión simbólica.

“La revolución Bolivariana es una historia poderosa, pero que carece de fuertes deficiencias para ambientarse en un mundo que progresivamente le es cada vez más ajeno a lo que existe en el imaginario colectivo del venezolano”, sostiene Schémel

Ambos analistas coinciden en que el mayor símbolo del Gobierno en la actualidad pasa por la Asamblea Nacional Constituyente. Schémel considera que es una herramienta para mantener el conflicto en el tablero de la política.

“La Constituyente tiene un elevadísimo sistema simbólico. Tiene más intrumentalización simbólica que jurídica y política porque es lo que está distinguiendo la propuesta de uno y de otros. Gente ha venido captando que esto se hace para ganar la paz y evitar la confrontación, el debate y la discusión. La base chavista la capto muy bien”, considera Giuliani

Convocar la Constituyente y asociarlo con la paz puede estar cristalizando un elemento diferenciador grupal importante que toca elementos de identidad y establece una suerte de distanciamiento entre “los violentos” y los “no violentos”. El ataque a instituciones e iconos del chavismo como Centros de Tratamiento Integrales (CDI), sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela y el derrocamiento de estatuas de Chávez obedecerían a un intento para crear una sensación de vulnerabilidad e indefensión y finalmente provocar un desbordamiento social todos esos símbolos

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Schémel acota que en una sociedad que odia la guerra (como producto de casi 100 años de guerras civiles en el país durante el siglo XIX) no se puede vender la violencia como un valor positivo que posibilita el cambio social en el mundo.

“No se derrota una manera de pensar utilizando su misma retórica, porque esa siempre ha sido la trampa de los sistemas totalitarios para vencer a sus adversarios ideológicos. La meta es mostrar una forma distinta de pensar la realidad acorde a las capacidades de las personas en que se quiere implementar el cambio social”

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